LA MENTIRA POLÍTICA EN DEMOCRACIA


Por Redacción Río Online

Se viene una nueva temporada de campaña política y  elecciones  en el país. Ciudadanos, instituciones académicas, candidatos, medios de comunicación, el aparato estatal, entre otros actores, deberíamos llamarnos a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en la erradicación de un fenómeno común en democracia: La mentira política.

La definición tradicional de mentira, dar como verdadero algo falso, resulta insuficiente para cubrir ciertos casos de mentira, muy comunes en las democracias. Por ejemplo, cuando los políticos salen en los medios de comunicación afirmando hechos que la audiencia sabe que no son ciertos. No cubre tampoco otros casos en que los políticos dicen mentiras, con la intención de levantar ciertas emociones o para producir ciertos efectos en los votantes.

La mentira política ha  fracturado la confianza social y la calidad de las discusiones y debates, sobre los problemas que afectan verdaderamente a la sociedad.

A los hechos nos remitimos y ante la pesada cosecha de descreimiento con la que hoy cuentan los políticos, urge la  necesidad de dar una mirada seria a la concepción de la mentira política en democracia.

Mentira Política en Democracia

En el ámbito de lo social, la mentira no se limita a la intencionalidad del mensaje emitido o al autoengaño, sino que más bien implica, peligrosamente, que lo dicho produce “serios efectos o consecuencias”.

¿Somos Responsables de lo que elegimos creer?

Para encontrar respuestas, resulta importante detenernos en el individuo que emite mensajes mentirosos y en el receptor que cree en el mensaje falaz, también.

En el lazo social del siglo XXI, se torna  difícil responsabilizar a una persona o a un grupo de personas, por lo que dice. Más aún cuando la información no solo es transmitida por los medios tradicionales y masivos de comunicación (televisión, radio y prensa en general), sino por todos los actores digitales que  comparten y replican, “el decir”,  mediante un  dispositivo electrónico, en redes sociales, plataformas web, etc.

Existe una relación entre los complejos vínculos que se dan entre verdad y mentira en la democracia, los cuales a veces no son evidentes y suelen proceder de la mezcla de fenómenos, como la ficción, la invención, el engaño y la distorsión.

Acá, cada uno  de nosotros somos responsables y actores protagonistas porque el problema de la mentira, viviendo en democracia,  no depende solamente del actor político que miente, sino también de las audiencias, que deben ser críticas con la información que reciben de estos y de los medios de comunicación, para que puedan reconocer la diferencia entre ficción o distorsión, entre lo que es verdad y lo que produce un efecto de verdad.

Pensemos, en política, es relevante analizar tanto la capacidad para decir algo que es realmente cierto o falso, como la capacidad de determinar la mejor manera para que lo cierto aparezca como cierto y también la capacidad para determinar las posibilidades interpretativas de la comunidad con la que se interactúa.

¿En democracia, sobre quién recae la responsabilidad de evitar y corregir los perjuicios que causan las mentiras políticas? La responsabilidad es tanto de quien emite la información o mensaje como de quien los recibe y propaga.

Se cree que cuando los políticos les mienten a los ciudadanos están transmitiendo información a un cúmulo de personas más o menos ignorante. Al reflexionar sobre la mentira política debemos prestar  mucha atención a cuál es la responsabilidad que tiene la audiencia como receptora de la información que recibe de los políticos.

Pongamos atención al protagonismo de los medios de comunicación, que, a su juicio, ayudan a la producción de las verdades de hecho a diferencia de las verdades de razón, las de la ciencia, que son más difíciles de encontrar; eventos en los que se demuestra que los medios de comunicación inciden en cómo la información llega a las audiencias y en cómo se replica.

Las personas deben cuestionar los lugares comunes y las comprensiones triviales del fenómeno del engaño, entendiendo que el análisis de este tema no se debe reducir a un esquema simple de oposición entre verdad y mentira, y debe tomar en consideración puntos intermedios.

Además del papel de los medios de comunicación, los ciudadanos tienden a replicar ciertos puntos de vista de otras personas con quienes sienten empatía, los puntos de vista de aquellas personas que hacen eco a sus pensamientos, lo que se hace particularmente evidente en las redes sociales.

En el ejercicio de la democracia siempre está latente el peligro de la mentira, la cual puede ser más dañina para este sistema político. Hay alternativas a la democracia, pero no son las mejores si queremos defender valores como la libertad de prensa y la igualdad. No hay que desestimar el poder crítico de los individuos.

La relación entre democracia y verdad se debe volver a repensar, a reconstruir sanamente para acercarnos a nosotros mismos y a los demás. Es la única forma de lograr abordar, con soluciones eficientes y directas, nuestros problemas.

Se viene un año electoral duro, donde prima la incertidumbre, la desconfianza. Es hora de dejar de apañar la mentira política, es hora de evolucionar, no hemos llegado hasta aquí por obra y gracia del Espíritu Santo.

Comencemos a decir la verdad, a exigirla y vivirla en democracia.

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